El rol de los niños en la Iglesia

  • Testimonio de S Exc. Monseñor Hnilica


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>Testimonio de S Exc. Monseñor Hnilica

Monseñor Pavel Hnilica regresó al cielo el ocho de octubre de 2006, aniversario del acto de entrega al corazón Inmaculado de María en el año 2,000, que el tenazmente impulsó.
La Armada Blanca debe mucho a Monseñor Hnilica, quien la siguió desde su nacimiento con amor de padre y ternura de madre.
Para expresarle nuestro reconocimiento no disponemos de palabras mas vivas que las que el mismo nos dictó en 1977, a manera de presentación de nuestro libro "Fátima y los niños"
:

"Cuando ya había sido ordenado obispo, tuve que escapar de mi patria, Checoslovaquia, junto con algunos seminaristas, ya que nos perseguían a causa de la religión; yo fuí salvado por la inocencia de los niños.
Ahora niños les cuento como fue.
Nos encontrábamos en un bosque, con dos guías del ligar quienes nos tenían que conducir hasta la frontera. En nuestro grupo también estaba una mamá con su pequeño de seis años, Iván, y una bebé de cinco meses. Ya que la mujer no podía cargar a los dos niños, yo me ofrecí a cargar al niño.
Caminamos durante tres noches, escondiéndonos durante las noches porque esa zona era vigilada. Adelantábamos lentamente, con el guía por delante con una vara para checar si había alambres, que si nos tocaban los pies, habrían avisado a los guardias sobre nuestra presencia y habrían desencadenado nuestra persecución.
Yo llevaba siempre a Iván en hombros, recuerdo que la última noche teníamos que atravesar el río Moravia con una balsa de hule, de tres en tres. Todos querían ser los primeros, pero yo dejé que subiera primero la mujer con la pequeña, tratando de consolar al niño que quería llorar y gritar al ver a su mamá alejarse en la balsa, después de dos horas ya todos habíamos pasado y nos encontrábamos ya en Austria, pero todavía en zona Rusa.
Estábamos ya cerca de las vías del tren, y nos sentíamos ya a salvo, pero en un momento los guías se detuvieron: mas allá de un puentecillo que debíamos atravesar se encontraba una casucha que antes no habían visto. Nos dijeron que a lo mejor eran obreros que estaban reparando el daño de la vía, pero podía ser también la policía. Por las dudas nos pidieron que pasáramos el puente muy silenciosamente.
Cuando estábamos en medio del puente oímos ladrar perros, y de la casucha salieron cuatro policías con linternas que nos obligaban a detenernos diciendo: "¡Alto¡,¡Alto¡". Nosotros empezamos a correr lo mas rápido que podíamos, los primeros en correr fueron los guías. Cada uno se quería salvar ante todo a sí mismo. La más lenta en la fuga era la mujer y yo la tuve cerca de mí llevando en los hombros a Iván. El recorrido era accidentado y todavía mas difícil por la nieve que se estaba derritiendo; la mujer cayó mas de una vez y perdió un zapato hasta que de repente me dijo que ya no podía correr mas. Tomé en brazos entonces también la niña. En ese momento me recordé que traía también a Jesús sacramentado, que traía siempre conmigo desde hacía dos años porque en Checoslovaquia no encontraba donde celebrar y donde dar la Comunión y tenía el permiso de llevarlo conmigo. Le dije a Jesús rezando como nunca lo había hecho: ¡“Jesús Tu debes salvarnos al menos por la inocencia de éstos dos niños”¡¡Ten piedad de ésta madre con éstos niños¡”
La policía atrapó a tres de los nuestros que podían correr mas que nosotros, pero no nos atrapó a nosotros que nos quedamos al último y fuimos salvados.
Cuando nos encontramos solos, porque los policías corrían tras los demás, nos dirigimos hacia las luces de un pueblo que quedaba a cuatro kilómetros. También yo caí en un pozo con agua pero pude levantar las manos para que la bebé no se mojara. Antes de llegar la mamá quiso ver si la bebé dormía y se dió cuenta de que la llevaba con la cabeza para abajo. No era yo una buena niñera... Pero la niña dormía tranquilamente, porque el día anterior, sirviéndome de mis estudios de medicina, le había hecho un ligero té de amapola, para hacerla dormir e impedirle que gritara....y bueno durmió muy bien, hasta con la cabeza abajo.
Llegamos al pueblo cuando era todavía noche, tocamos en la puerta del párroco. Nos recibió con generosidad, sin fijarse en el riesgo al que se exponía porque estábamos todavía en zona rusa. Al principio pensó que yo era el padre del niños y nos ofreció el desayuno. Yo le dije en latín, porque todavía no hablaba en alemán, que tenía deseos de celebrar misa antes de desayunar.
Así, todavía empapado celebré la misa mas conmovedora después de mi primera misa. Sentí que se me acababa de librar de un peligro del cual no había salida. Sentía la bondad del Señor, Su gracia, Su proyecto, en esa misa que duró mucho aunque estuviera mojado y el templo frío y me preguntaba: ¿Señor, qué quieres de mí, que me has salvado milagrosamente? Y me consagré como en la primera misa, totalmente a Su servicio a través de las manos de la Virgen, porque quiero gastar mi vida en servirle, en manera especial por los miles de sacerdotes que sufren en la cárcel y por la conversión de Rusia, así como pidió la Virgen en Fátima.

* * *

Realmente yo reconozco, hasta hoy, que accedí a mi libertad, por la inocencia de esos dos niños que llevaba en brazos. Por ellos no me encarcelaron nuevamente, porque Jesús realmente fué movido por la inocencia de esos niños.
Además pienso que, como entonces yo estaba en un grave peligro, así la humanidad entera está en un gran peligro. Realmente creo que la Virgen suplica a Jesús: "Tu debes de salvar el mundo al menos por la inocencia de los niños”.con P. Andrea D’Ascanio e P.Giovanni Antonucci in uno degli ultimi incontri
Aunque no hubiera otras cosas buenas, Jesús debe respetar la inocencia de los niños, y por la vida de Jesús sabemos que El tenía predilección por los niños, y que siempre, cansado o no cansado, siempre tenía el corazón abierto de puertas abiertas para ellos.
Por eso niños, ahora la Virgen se sirve de ustedes, de su inocencia, para salvar al mundo. Lo que tienen que hacer lo encontrarán en el mensaje de la Virgen en Fátima, como hicieron los tres pastorcitos, así también los adultos, los seguirán a ustedes.

 

Monseñor Paolo Hnilica
Obispo titular de Rusardo - Fundador della “Pro Fratibus”
Roma, 1977


con Padre Andrea D’Ascanio y Padre Giovanni Antonucci en uno de sus últimos encuentros.

 
   

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