Primera apariciòn de la Virgen  13 de Mayo de 1917


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Y ahora, niños, escuchen lo que sucediò cuando los tres pastorcillos - preparados por el Angel - comenzaron a ver a la Virgen.

Habìa un sol espléndido aquel 13 de Mayo de 1917. Lucìa, Francisco y Jacinta, después de haber rezado el Rosario y después de haber almorzado, estaban jugando a construir casas con piedras. De repente, contaron ellos, más o menos al mediodìa oyeron un ruido como un trueno, y vieron una luz vivìsima: un “relàmpago”. Temiendo que viniera una tormenta, se apresuraron a reunir el rebaño para regresar a casa, cuando un segundo relámpago los detuvo: sobre un pequeño  árbol vieron entonces una nubecilla blanca y, sobre ella, una Señora de indescriptible belleza, vestida de blanco, «màs esplendorosa que el sol». Los pequeños quedaron extasiados, y también asustados por la inesperada apariciòn; pero la Señora los tranquilizò: «No tengàis miedo, no quiero haceros mal».

La sonrisa un poco triste, quizàs también en reproche por la poca confianza en Ella, y la voz dulcìsima de la Señora alejaron todo temor.
Lucìa tomò confianza y con la curiosidad tìpica de los niños que quieren saber todo, y que siempre preguntan «¿por qué?», comenzò con una serie de preguntas: «¿Quién sòis? ¿De donde venìs? ¿Que queréis de nosotros?». «Yo soy del Cielo. Vine para pediros que vengàis aquì el dìa 13, por seis meses de seguido, siempre a la misma hora. Después os diré quién soy y lo que quiero». «¿Y yo iré al Cielo?» acosò Lucìa. «Sì, iràs», le asegurò la Señora. «¿Y Jacinta?». «También ella.» «¿Y Francisco?» «También él, pero primero tiene que rezar muchos Rosarios».
Lucìa se acordò entonces de dos muchachas del pueblo, que habìan muerto hacìa poco: «¿Y Marìa do Rosario das Neves està en el Cielo?»  preguntò. «Sì, ella està en el Cielo».  «¿Y Amelia?»  «Està todavìa en el Purgatorio».

Con maternal paciencia y condescendencia la Señora respondiò a la serie de preguntas de la niña. Después, también Ella hizo una pregunta de su parte a los niños: «¿Queréis ofreceros a Dios, dispuestos a soportar todos los dolores que El os enviarà, en acto de reparaciòn por los pecados con los cuales es ofendido, y de sùplica por la conversiòn de los pecadores?»

Esta es la pregunta màs seria e importante que se pueda hacer a una criatura humana. Los niños fueron invitados a ofrecerse a Dios, en un incondicional acto de amor, dispuestos a aceptar cualquier sufrimiento por la salvaciòn de todos los hombres. Después de un instante de indecisiòn, Lucìa respondiò decidida también en nombre de los primitos: «Sì, queremos» «Bien, continuò la Señora, tendréis que sufrir mucho, pero la gracia de Dios serà su consolaciòn».

«Al pronunciar estas palabras, comentò Lucìa, Ella abriò las manos, comunicàndonos una luz muy intensa como un reflejo que de Ella partìa y que nos penetraba en lo ìntimo del alma. Aquella luz era Dios». Por algunos instantes los niños quedaron sumergidos en aquel mar de luz que la Virgen les habìa comunicado; después la Señora añadiò: «Rezad el Rosario todos los dìas para obtener la paz al mundo y  el final de la guerra».

«Comenzò entonces a elevarse, continua Lucìa, subiendo lentamente hacia oriente hasta desaparecer en la inmensidad del espacio»

LA NUEVA ANUNCIACION. LA CONSAGRACION

En esta primera apariciòn la Virgen le pidiò a los niños que se donaran a Dios totalmente, como habìa hecho Ella.

En la Anunciaciòn el Angel Gabriel invitò a Marìa a consagrarse a Dios, es decir a donarse a El, para hacer nacer en el mundo el Amor. Ella dijo «Sì»; el Espìritu Santo penetrò en Ella envolviéndola de Luz, y naciò Jesùs en su seno.

En Fàtima fué la Mamà del Cielo la que invitò a los niños a consagrarse, a donarse a Dios. Ellos también, como Marìa, respondieron «Sì» y fueron penetrados y envueltos por la Luz del Espìritu Santo Dios que Ella emana. Naciò asì Jesùs en sus corazones. ¿Pero, quién es Jesùs? Jesùs es el Amor, la Bondad, la Paz. Los tres pastorcillos, desde entonces en adelante, fueron una fuente de Amor, de Luz y de Paz para todos los hombres. Asì comenzaron a preparar la Era de Paz para todo el mundo.

En este punto ustedes quizás me preguntarán: ¿Pero, es posible que un «Sì» de algunos niños pueda obtener tanto? Es posible. Y la Virgen, para demostrarlo, prometiò que salvaría a Portugal de la segunda guerra mundial gracias al «Sì» de Francisco, Jacinta y Lucìa. Y así lo hizo.

Ahora yo les pregunto, mis pequeños lectores: ¿La Virgen querìa dirigir su invitaciòn solo a los tres pastorcillos o a todos los niños del mundo? ¡Querìa dirigir su invitaciòn a todos los niños!

Entonces hagamos juntos otra reflexiòn: Si con tres niños que se donaron a Ella, la Virgen salvò a una nación entera de la guerra, ¿con el «Sì» de millares de niños no salvarà Ella a todo el mundo?

La Virgen llama hoy a cada uno de ustedes para que la ayuden a salvar el mundo. También a ustedes dirige la invitaciòn que hizo a los tres pastorcillos: «¿Quieren ofrecerce a Dios, dispuestos a soportar todos lo dolores que El les querrà enviar, en acto de reparaciòn por los pecados con lo cuales es ofendido y de sùplica por la conversiòn de los pecadores?»

La Mamà del Cielo espera su generosa respuesta: «¡Sì, lo queremos!» Piensen que estaba muy triste cuando le preguntò a Lucìa, Francisco y Jacinta si querìan ayudarla ofreciéndose ellos mismos; pero cuando Lucìa respondiò: «¡Sì, lo queremos!», se iluminò con una sonrisa estupenda, contenta de haber encontrado finalmente quién quisiera amarLa con todo el corazòn.

Si también ustedes quieren ayudarla, como hicieron los tres pastorcillos; si quieren permitirLe de continuar en ustedes el milagro de la Anunciaciòn; si quieren hacer regresar la sonrisa en el rostro de la Virgen, tan triste por los pecados de los hombres, denle también ustedes su «Sì» y conságrense  a Ella: «¡Madre, te doy mi corazón y mi voluntad, para la eternidad, salva a la humanidad!».

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