Tercera apariciòn de la Virgen 13 de Julio 1917


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 El 13 de Julio llegaron a Cova d'Iria màs de 2.000 personas. La gente era tanta que los niños llegaron con dificultad hasta el arbolito: se arrodillaron y Lucìa comenzò el Rosario. Exactamente al mediodía se manifestó la apariciòn.

«¿Qué queréis de mì?» preguntò Lucìa. «Quiero que regreséis aquì el dìa 13 del pròximo mes; que continuéis a rezar el Rosario todos los dìas en honor de la Virgen del Rosario...» respondiò la Señora. «Quisiera pediros que me digàis quién sòis y que hagàis un milagro para que todos crean que vos nos aparecéis», implorò Lucìa. La bella Señora respondiò: «Continuad a venir aquì todos los meses. En Octubre diré quién soy y lo que quiero y, para que todos crean, haré un milagro que todos veràn».

Lucìa pidiò gracias para muchos enfermos y para otros casos difìciles. La Virgen siempre respondía de rezar todos los dìas el Rosario, especialmente en familia: esa era la condición general para obtener las gracias. En fin, la Señora dijo: «Sacrificàos por los pecadores. Y decid a menudo, especialmente haciendo algùn sacrificio: “Oh Jesùs, es por amor vuestro, por la conversiòn de los pecadores y en reparaciòn de los pecados cometidos contra el Corazòn Inmaculado de Marìa”».

«Diciendo estas palabras - continua Lucìa - Ella abriò nuevamente las manos, como en los dos meses anteriores. El reflejo que esas irradiaban parecìa penetrar en la tierra, y vimos como sumergidos en un mar de fuego a los demonios y a los condenados, casi como si fueran carbones transparentes y negros en forma humana, que flotaban en el incendio que se elevaba de las llamas que ellos mismos despedìan como nubes de humo y que caìan después por todos lados, como el chispear en los grandes incendios. Sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de dolor y de desesperaciòn que terrorizaban y hacìan desmayar por el miedo. Los demonios se distinguìan por las formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones entre las brasas».

Jacinta, trastornada, se dejò escapar un grito desgarrador que todos los presentes oyeron: «¡Ah! ¡Virgen Santa!...». Lucìa, comentando aquella visiòn, escribiò: «Por fortuna la escena durò poco minutos y la gracia de Dios nos sostuvo, sino nos habrìamos muerto de miedo. Pero, continua siempre Lucìa, lo que màs me impresionò la mente y el corazòn fué la tristeza de aquella Señora al mostrarnos el Infierno».

«Habéis visto el Infierno, les dijo la Virgen con bondad y tristeza, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas Dios quiere establecer en el mundo la devociòn a mi Corazòn Inmaculado. Si haràn lo que os digo muchos se salvaràn y tendràn paz. La guerra està por terminar, pero si no cesan de ofender a Dios, bajo el pontificado de Pìo XI vendrà otra peor. ¡Cuando veréis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que eso es la gran señal que Dios os dà antes de castigar por sus delitos al mundo por medio de la guerra, el hambre, las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre! Para impedir esto volveré a pedir la consagraciòn de Rusia a mi Corazòn Inmaculado y la Comuniòn reparadora en los primeros sàbados. Si se observaràn mis solicitudes Rusia se convertirà y habrà paz; en caso contrario espacirà sus errores en todo el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia: muchos buenos seràn martirizados, el Santo Padre tendrà que sufrir, varias naciones seràn aniquiladas; en fin, mi Corazòn Inmaculado triunfarà. El Santo Padre me consagrarà Rusia la cuàl se convertirà y se le concederà al mundo un tiempo de paz».

Ante estas cosas horripilantes, vistas y oìdas, los niños quedaron casi desmayados. Después Lucìa le preguntò a la Señora: «¿No queréis màs nada?» «No, hoy no te pido màs nada».

Entonces se oyò como un gran trueno y la Virgen se elevò, como siempre, hasta desaparecer en la inmensidad del cielo.

La visiòn del infierno y las profecìas que se referìan a Rusia y al futuro incierto del mundo, constituyen las primeras dos partes del secreto de Fàtima, aquel secreto que serà causa de tantos sufrimientos para los tres pastorcillos. Lucìa revelò estas dos primeras partes del secreto de Fàtima algunos años después, cuando ya era monja. 


FATIMA, LLAMADA A LAS VERDADES ETRNAS DE LA FE

En esta tercera apariciòn la Virgen le prometiò a los niños un milagro (que tuvo lugar el 13 de Octubre) para que todos creyeran; e hizo ver el Infierno a donde van a parar todos los que no aman a Dios y que Lo combaten.

Niños, ¿saben lo que sucede después de la muerte? Comienza la vida eterna, o sea, la vida que no tendrà nunca fin, ni siquiera después de millares de millones de años... ¿Y qué serà de nuestra alma en la eternidad?
Si somos buenos y santos en esta vida, aceptando con resignaciòn los sufrimientos que el Señor nos manda; haciendo el bien a todos y no queriendo mal a nadie; quedando unidos a Jesùs en los Sacramentos de la Confesiòn y de la Comuniòn, y a Marìa con el rezo diario del Rosario, iremos al CIELO.

Pero, ¿qué es el Cielo? Es el Paraìso, el goce eterno de Dios, ùnica alegrìa de nuestra alma.

La Virgen en las primeras apariciones dijo: «Yo soy del Cielo», y habìa prometido a Lucìa, Francisco y Jacinta que los habrìa llevado consigo al Cielo, y habìa declarado que Marìa das Neves, la jovencita que habìa muerto en Fàtima poco antes, estaba ya en el Cielo.

Los tres pastorcillos habìan quedado tan fascinados con la belleza del Cielo, que habìan vislumbrado a través de la Señora «màs resplandeciente que el sol», que no deseaban otra cosa que ir allà ràpido. Cuando en Agosto los amenazaron de muerte, dijeron: «Bien, ¡nos mataràn e iremos pronto al Cielo!» Nada, ni siquiera la probabilidad de una muerte lenta en el aceite hirviente, podìa detenerlos en el lance hacia el Cielo, el cual era lo único que anhelaban sus almas.

Me preguntarán: Pero si cuando morimos no somos todavìa perfectamente buenos, ¿a donde iremos?  En la primera apariciòn la Virgen le respondiò a Lucìa, que le preguntaba sobre la otra muchacha que habìa muerto hacìa poco: «Amelia està todavìa en el PURGATORIO».

El Purgatorio, niños, es un lugar de grandes sufrimientos en el cuàl se està privados de la vista de Dios y de cualquier otro bien, hasta cuando nuestra alma no esté perfectamente “purgada”, es decir purificada, para poder entrar en el Cielo.

¿Podemos evitar el Purgatorio? Claro que sí: aceptando los sufrimientos que el Señor nos manda y rezando mucho. Cuando Lucìa pregunto si también Francisco habrìa ido al Cielo, la Virgen respondiò: «Sì, pero tendrà que rezar muchos Rosarios»; quiere decir que el pastorcillo, aùn, tan bueno, tenìa todavìa imperfecciones que habrìa podido eliminar con la oraciòn, sobretodo con el Rosario.

Pero si cuando muramos no estaremos en gracia de Dios, es decir que tendremos pecados graves de los cuales no nos habremos arrepentido, nuestra alma irà al INFIERNO.

¿Y qué es el Infierno? El Infierno es el padecimiento eterno de la falta de Dios, nuestra felicidad; los que allì van no pueden ver a Dios y estar con El; no tienen ningùn bien sino que padecen todo lo que los pastorcillos vieron.

Niños mìos, hoy muchos dicen que el Infierno no existe, y que no hay que hablar de eso porque son cuentos de hadas tontos. Pero basta reflexionar en lo que vieron los niños en Fàtima, y que Lucìa ha descrito, para convencernos de lo contrario.

¿Por qué la Virgen quizo que los tres pastorcillos vieran el Infierno? Claro que no fue para asustarlos, sino para que también nosotros creyéramos en esta tremenda realidad, y para que también nosotros nos empeñàramos para no terminar allì adentro y para que ninguno vaya. ¿Cómo? Haciendo lo que hicieron Lucìa, Francisco y Jacinta: rezando y haciendo sacrificios por los pobres pecadores, segùn lo solicitado por la Virgen.

   

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