Armada Blanca

Dios Padre

En Fátima, la Virgen invitó a tres niños a “ofrecerse al Padre” y a “consolar el Corazón afligido del Padre”. Para nosotros, acostumbrados a considerar a Dios Padre como el Omnipotente por excelencia, este es un lenguaje nuevo que casi nos escandaliza: hemos logrado aceptar al Hijo que muere en la cruz, pero un Padre afligido que necesita ser consolado nos parece un absurdo.

Quizás estemos cometiendo el mismo error que los judíos, quienes, esperando al Mesías glorioso y triunfante según esquemas humanos, lo rechazaron porque se presentó “manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29).

Nos parece más lógico y justo que el Padre, prefigurado en la parábola de los viñadores homicidas (Mc 12,1-9), venga a destruirnos después de que le matamos al Hijo y renegamos de la Fe fruto de su Sangre (Lc 18, 8). Pero casi nunca nuestros caminos son los caminos de Dios; desde siempre caemos en el error de hacernos un Dios a nuestra imagen y semejanza.

El Espíritu Santo, en el siglo pasado, comenzó a presentar a la Iglesia y al mundo un nuevo Rostro del Padre, gracias a los pastorcillos de Fátima y a algunas criaturas excepcionales (Charles de Foucauld, 1856-1916; P. Gioacchino Rossetto, 1880-1935; Madre Eugenia Elisabetta Ravasio, 1907-1990 y otros) que vivieron intensamente la espiritualidad del Padre, sintetizada en una ternura fuerte y dulcísima.

La Encíclica Dives in Misericordia del santo Papa Juan Pablo II confirmó este nuevo y poderoso soplo del Espíritu en la Iglesia.

Durante muchos años, Armata Bianca tuvo entre sus fines principales el estudio y la meditación sobre el Rostro misericordioso del Padre, pero actualmente esta misión está confiada a otras Asociaciones.

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