Quinta apariciòn de la Virgen 13 de Septiembre de 1917

Mientras tanto llegò el mes de Septiembre. El 13, como siempre, Lucìa le ordenó al pueblo rezar el Rosario que ella misma iniciò y guiò. Todos los presentes, de rodillas, respondieron en voz alta. No habìan terminado de rezar que el “relàmpago” anunciò la llegada de la Señora.

«¿Qué queréis de mì?» preguntò una vez màs Lucìa. «Continuad a rezar todos los dìas el rosario de la Virgen del Rosario, para obtener el final de la guerra», respondiò la blanca Visiòn. Después insistiò para que no faltaran el 13 de Octubre, y confirmò que habían venido San José y el Niño Jesùs para darles la paz al mundo, y Nuestro Señor para bendecir al pueblo, y después la Virgen en las figuras de “Virgen Dolorosa” y de “Virgen del Carmen”.

Lucìa rezò por muchos enfermos que le habìan recomendado; le respondiò que habrìa curado algunos, a otros no «porque el Señor no se confiaba en estos ùltimos»; es decir, ellos habrìan usado mal el don de la curaciòn para daño de la propia alma.

La niña expresò después el deseo del pueblo que querìa construir una capilla en el lugar de las apariciones: la Señora consintiò. En fin Lucìa dijo: «Muchos dicen que yo soy una tramposa que merezco que me ahorquen o que me quemen viva. ¡Haced un milagro para que todos crean!» «Sì, en Octubre haré el milagro para que todos crean», confirmò otra vez la Señora.

Algunas mujeres le habìan dado a la niña dos cartas y una botellita de perfume para ofrecerlas a la Virgen: Lucìa lo hizo pero oyò responder: «Estas cosas no sirven en el Cielo».

Y la espléndida Visiòn se elevò al Cielo hasta desaparecer.

LOS SACRIFICIOS Y LOS PECADORES

En todas las apariciones la Mamà del Cielo le pide a los niños oraciones y sacrificios. Hemos visto que relaciòn hay entre el Rosario y la conversiòn de los pecadores; ahora veamos por qué también con los sacrificios se puede salvar a los pecadores.

Vean, niños, cuando Dios Padre decidiò hacer volver a los hombres a su Corazòn, mandò a la tierra a su hijo unigénito Jesùs para que con el sufrimiento y con la humillaciòn de la cruz los liberara del pecado. Junto con Jesùs la Virgen también diò una grandìsima contribuciòn de amor y de dolor.

Con el ejemplo de ellos, los que aman al Padre del Cielo y a los hermanos de la tierra, tienen que estar dispuestos a hacer lo que el Angel de la Paz dijo a Lucìa, Francisco y Jacinta, cuando ellos le preguntaron como tenìan que sacrificarse: «De todo lo que podéis. respondiò el Angel, pero sobretodo aceptando dìa tras dìa lo que el Señor querrà enviaros».

Por lo tanto, los sacrificios que tenemos que hacer son de dos clases:
1) Los pequeños sacrificios voluntarios;
2) Decir siempre «sì» en cada momento de la jornada, sin lamentarse de nada: aceptar en silencio las humillaciones y los regaños, aunque no sean merecidos; soportar con paciencia una enfermedad, un sufrimiento, la pérdida de una persona querida; perdonar a los que nos ofenden sin vengarnos; no hacer caprichos cuando no se puede tener lo que se quisiera.

Dado que la invitaciòn a la oraciòn y al sacrificio vale para todos los niños del mundo, empéñense  también ustedes, con el ejemplo de los tres pastorcillos, a responder con generosidad a lo solicitado por el Angel y por la Virgen.