Sexta apariciòn de la Virgen 13 de Octubre de 1917

 

Mientras tanto en todo Portugal y en todo el mundo se habìa difundido la noticia que el dìa 13 de Octubre, en Cova di Iria, había tenido lugar un estrepitoso milagro. Y asì, desde los pueblos màs lejanos de Portugal, y también de otras naciones, millares y millares de peregrinos se dirigieron hacia Fàtima. En medio de la gran muchedumbre de fieles y de curiosos habìan cientìficos, periodistas, fotògrafos y literatos. 


Leamos la descripciòn que nos ha dejado el periodista no creyente Avelino de Almeida, enviado especial de “O Seculo”, el màs importante de los diarios de Lisboa: «En el camino encontramos los primeros grupos de peregrinos, casi todos descalzos... rezan el Rosario con devota melodìa... el cielo està totalmente cubierto y comienza un aguacero. Pero nadie pierde la paciencia y prosiguen la marcha con impresionante resistencia».

¿Cuantos eran los peregrinos aquel dìa? Algunos dicen cincuenta mil, otros setenta mil, y otros hasta cien mil. Ya desde el dìa 12, en aquel lugar bendito, habìa una enorme muchedumbre que habìa pasado la noche al aire libre, bajo la lluvia, rezando y cantando.

Los tres pastorcillos llegaron al lugar de las apariciones poco antes de mediodìa. Comenzaron a rezar el Rosario bajo la lluvia; de repente Lucìa ordenò: «¡Cerrad los paraguas!» Todos obedecieron y enseguida cesò la lluvia. Después, al mediodía en punto se viò el “relàmpago”: «¿Qué queréis de mì?» preguntò como siempre Lucìa. «Quiero decirte que se construya aquì una capilla en mi honor. Yo soy la Virgen del Rosario. Continuad a rezar el Rosario todos los dìas. La guerra està por terminar». «Tengo muchas gracias que pediros. ¿Las daréis?» «Algunas sì, otras no. Es necesario que se enmienden, que pidan perdòn por sus pecados». Después, con una mirada muy triste, añadiò: «Que no ofendan màs al Señor que està ya muy ofendido».

La Virgen comenzò entonces a subir hacia el Cielo; pero antes de desaparecer abriò las manos y de ellas emanò una luz que fué a golpear el sol. Al lado del sol los pastorcillos vieron a San José, al Niño Jesùs y a la Virgen, es decir a la Sagrada Familia; después vieron a Jesùs y a la Virgen Dolorosa: Jesùs bendecìa al mundo; en fin vieron a la Virgen del Carmen. De repente Lucìa gritò: «¡Mirad el sol!»

El cielo estaba nublado pero enseguida las nubes se abrieron y todos vieron el sol: era un sol extraño, como una esfera de plata que se podìa mirar fijo sin que molestara los ojos. De repente comenzò a dar vueltas vertiginosamente sobre sì mismo, parecido a una rueda de fuego, proyectando en todas las direcciones haz de luces amarillas, verdes, rojas, azules, violetas... que coloreó fantásticamente las nubes del cielo, los àrboles, las rocas, la tierra y la inmensa muchedumbre. Se detuvo por algunos momentos y después volviò a comenzar de nuevo su danza de luces, como una giràndula riquìsima. Se parò todavìa para volver a comenzar por tercera vez aquel fuego artificial en modo màs variado, màs colorado y màs brillante.

La multitud, estàtica, contemplaba sin chistar.

¡De golpe todos tuvieron la sensaciòn de que el sol se desprendìa del firmamento y precipitaba encima de ellos! Un grito ùnico, inmenso, brotò de cada pecho; expresaba el terror de todos y en las diversas exclamaciones se revelaron los diversos sentimientos: «¡Milagro! ¡Milagro!» dijeron algunos; «¡Creo en Dios!» exclamaron otros; «¡Ave Marìa!» rezaron otros todavìa; «Dios mìo, misericordia!» gritò la mayor parte y, cayendo de rodillas en el lodo rezaron en voz alta el acto de dolor, convencidos de que estaban por morir.

En fin, el sol dejò de “bailar” y regresò a su puesto, y comenzò a brillar como siempre en modo que nadie màs pudo mirarlo fijo. La ùltima, inexplicable, maravilla fué que toda aquella gente que pocos minutos antes estaba empapada, después del milagro se encontrò completamente seca.

El milagro del sol fué el màs estrepitoso que se hubiese visto nunca en el mundo. Tanto màs grande en cuanto los tres pastorcillos habìan dicho con meses de anticipaciòn cuando y donde tal milagro habrìa tenido lugar.

¿Por qué la Virgen quizo hacer este estupendo milagro? Para demostrarle a todos que Lucìa, Francisco y Jacinta decìan la verdad, y para hacer entender que las cosas que decìan eran muy importantes. Y efectivamente son las cosas màs importantes que se puedan desear: la Paz y el Amor entre los hombres.
Y dado que la Virgen se dirigiò particularmente a los niños, ahora nos dirigimos a  ustedes, pequeños lectores, para que puedan reflexionar sobre las palabras de la Mamà del Cielo, y ponerlas en pràctica.

Efectivamente, la historia de Fàtima no se cierra con la ùltima apariciòn del 13 de Octubre, y no concierne solo a Lucìa, Francisco y Jacinta, sino que continua en cada tiempo y en cada àngulo de la tierra, allà en donde un niño acepta la invitaciòn de la Mamà del Cielo, se dona a Ella, se empeña en rezar todos los dìas el Rosario y en aceptar todo lo que el Señor querrà enviarle para consolar el Corazòn de Dios tan ofendido, para convertir a los pecadores, para el Triunfo del Corazòn Inmaculado de Marìa, que es el triunfo del Amor y de la Paz.

MI CORAZÓN INMACULADO TRIUNFARÁ

El triunfo del Corazòn Inmaculado de Marìa es el triunfo del Espìritu Santo, Espìritu de Amor, es decir el triunfo de Dios, que volverà a reinar en el corazòn de cada hombre después de haber sacado del mismo el odio y el pecado.

Adàn y Eva, las primeras dos criaturas humanas, apenas fueron creadas estaban llenas de Amor porque tenìan en el corazòn al Espìritu Santo, es decir a Dios mismo que es todo Amor.

Satanàs, el Angel que se puso primero contra Dios diciéndole «No», los convenciò de que desobedecieran como habìa hecho él. Esta primera desobediencia fué el primer pecado de los hombres y por eso se llama “pecado original”. Con ella Adàn y Eva echaron de su corazòn al Espìritu de Amor e hicieron entrar a Satanàs, el espìritu del odio y del mal, y este pecado se transmitiò de padres a hijos e hizo ver sus frutos ya en los primeros hijos de Adàn y Eva cuando Caìn matò a su hermano Abel. Hoy vemos cuantas veces se renueva en el mundo este odio entre los hombres, que es fuente de dolor para el Corazòn del nuestro Padre del Cielo.

Pero Dios continuò amando a los hombres también después de que Lo habìan ofendido, y quizo venir en medio de ellos, ya sofocados por el odio, para liberarlos del mal y darles de nuevo la alegrìa, la paz y la libertad de los hijos de Dios.

Para poder regresar entre sus hijos que Lo habìan echado del corazòn con la desobediencia El necesitaba una criatura que se donase a El con una obediencia total; por esto mandò al Arcangel Gabriel a donde Marìa de Nazareth - la màs pura y buena muchacha de la tierra - para preguntarle si estaba dispuesta a donarse a El. Marìa respondiò: «He aquì la sierva del Señor, se haga de mì segùn tu palabra». Es decir que le dijo su «Sì» a Dios, reparando el «No» de Eva. Y asì como Eva habìa echado al Espìritu Santo de su corazòn con su «No», asì mismo Marìa lo hizo regresar con su «Sì». Desde ese momento el Espìritu Santo estableciò para siempre su morada en el Corazòn de Marìa y desde Ella se irradia para echar del corazòn de cada hombre a Satanàs, osea el odio, y para que regrese El, el Amor.

Por lo tanto el triunfo del Corazòn Inmaculado de Marìa es el triunfo del Espìritu de Amor. ¿Pero como sucederà esto? Precisamente con la consagraciòn a la Virgen. Cuando le decimos: «Mamà, te doy corazòn y voluntad por la eternidad; salva la humanidad», nosotros nos donamos a Ella, asì como Ella se donò a Dios; le decimos «Sì» a Ella como Ella lo dijo a Dios. Y dado que en Ella està la plenitud del Espìritu Santo, es decir del Amor, nosotros, con la consagraciòn a Ella le decimos «Sì» al Espìritu de Amor que vive en Ella y que de Ella se transmite a nosotros.

¿Recuerdan, niños, lo que sucediò cuando Lucìa, Francisco y Jacinta se consagraron a la Virgen en la primera apariciòn respondiendo «Sì» a su invitaciòn? Ella abriò las manos y de ellas partiò una luz que los penetrò a todos: «aquella Luz era Dios»   , dijo después Lucìa. Los tres pastorcillos fueron iluminados, transformados y renovados por el Espìritu Santo.

Lo mismo sucede en cada uno de nosotros que nos consagramos a Marìa. Hay un cambio de Amor: nosotros le damos nuestro corazòn lleno de miserias y nuestra voluntad tan debil e incierta, y Ella nos dona Su Corazòn lleno de Amor, y Su fuerte y total voluntad de bien. Nos transmite el Espìritu Santo extendiendo en nosotros el Reino de Amor del Padre, y hace de nosotros sus colaboradores para continuar este Reino también en los otros hombres. El significado màs profundo y substancial de la consagraciòn  es precisamente este: ofrecerse a Dios, trabajar con Ella en la construcciòn del Reino de Dios en cada alma.

Es una tarea seria, que tenemos que mantener toda la vida. Pero para que se pueda hacer esto es necesario que se le dé a nuestra alma una fuerza siempre nueva con el Rosario y con la Comuniòn diaria: sacar asì, dìa tras dìa, la fuerza para “aceptar y ofrecer todo lo que el Señor querrà enviarnos” para la conversiòn de los pecadores, para la Paz en el mundo y para consolar el Corazòn afligido de Dios.